lunes, 16 de enero de 2012

Sobre suelo resbaladizo


Cae el frío en Madrid, y la llovizna dispersa cristaliza desde Sol hasta preciados, y en Moncloa se convierte en aurora. Las calles, que suben, expulsan las suelas de goma, y el día, distraído, se afila los colmillos medio dormido en una hamaca metálica mientras marea un termo de café con hielo. Es la hora de la nieve ausente, mientras Freddie, en mi repisa, levanta el puño, incitando a un público invisible intramuros, en este estado policial en horario de oficina.

Con los reflejos espectrales de una navidad indigente, las avenidas se han llenado de vacío, del tic tac de los relojes, del viento que sopla. El gris en las aceras, en los trajes y en los rostros. Un helado desafía la coherencia añil de las Instamatic de enero. Las bufandas se agarrotan y, los segundos, parecen desertar de las esferas. Todavía hay vida entre la hierba, pero su refulgencia apenas se adivina tras la capa pulida de este invertido verano austral.

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