miércoles, 11 de enero de 2012

Ciudad Noire

Afectado por la tristeza estática y perdurable de los carteles viejos. Recordando la ilusión temprana del olor a nuevo. La pura nostalgia del holograma superpuesto. Aroma de letreros de tiendas y comercios que un día cerraron sus puertas para no volver a abrir jamás. Se yerguen como fantasmas, con sus escaparates a medio camino entre el cristal y la madera, como naturalezas muertas de otro tiempo, estáticos, permanentes, atrapados en el vórtice de minutos y segundos que rodea a unas letras raídas, a un cartel de neón que parpadea amenazando con apagarse, a un viejo y anacrónico mural descolorido por el tiempo, la lluvia y las nevadas. Son días de cables pelados y polvo suspendido. A las candilejas de los cines les salen caries. Lugares vacíos que un día tuvieron dientes luminosos. Es la victoria de los callejones sórdidos que desembocan en verjas de alambre, de los cubos de basura metálicos de las películas americanas. Justamente ahora que ya nadie lleva sombrero de ala ancha y fumar perjudica seriamente la salud…


© Ángel Codón Ramos, 2012

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