lunes, 27 de febrero de 2012

Mis poemas favoritos: Poema para mi muerte (Julia de Burgos)

Poema Para Mi Muerte (Julia de Burgos)

Ante un anhelo.
No morir conmigo misma, abandonada y sola, en la más densa roca de una isla desierta. En el instante un ansia suprema de claveles, y en el paisaje un trágico horizonte de piedra.

Mis ojos todos llenos de sepulcros de astro, y mi pasión, tendida, agotada, dispersa. Mis dedos como niños, viendo perder la nube y mi razón poblada de sábanas inmensas.

Mis pálidos afectos retornando al silencio ¡hasta el amor, hermano derretido en mi senda! Mi nombre destorciéndose, amarillo en las ramas, y mis manos, crispándose para darme a las yerbas.

Incorporarme el último, el integral minuto, y ofrecerme a los campos con limpieza de estrella doblar luego la hoja de mi carne sencilla, y bajar sin sonrisa, ni testigo a la inercia.

Que nadie me profane la muerte con sollozos, ni me arropen por siempre con inocente tierra; que en el libre momento me dejen libremente disponer de la única libertad del planeta.

¡Con qué fiera alegría comenzarán mis huesos a buscar ventanitas por la carne morena y yo, dándome, dándome, feroz y libremente a la intemperie y sola rompiéndome cadenas!

¿Quién podrá detenerme con ensueños inútiles cuando mi alma comience a cumplir su tarea, haciendo de mis sueños un amasijo fértil para el frágil gusano que tocará a mi puerta?

Cada vez más pequeña mi pequeñez rendida, cada instante más grande y más simple la entrega; mi pecho quizás ruede a iniciar un capullo, acaso irán mis labios a nutrir azucenas.

¿Cómo habré de llamarme cuando sólo me quede recordarme, en la roca de una isla desierta? Un clavel interpuesto entre el viento y mi sombra, hijo mío y de la muerte, me llamarán poeta.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Mis poemas favoritos: Epitafio para Joaquín Pasos (Ernesto Cardenal)

Epitafio para Joaquín Pasos (Ernesto Cardenal)


Aquí pasaba a pie por estas calles,
sin empleo ni puesto y sin un peso.
Sólo poetas, putas y picados
conocieron sus versos.

Nunca estuvo en el extranjero.
Estuvo preso.
Ahora está muerto.
No tiene ningún monumento...

Pero
recordadle cuando tengáis puentes de concreto,
grandes turbinas, tractores, plateados graneros,
buenos gobiernos.

Porque él purificó en sus poemas el lenguaje de su pueblo,
en el que un día se escribirán los tratados de comercio,
la Constitución, las cartas de amor,
y los decretos.

jueves, 16 de febrero de 2012

Alas de mariposa

Alas de mariposa

Bailaron en el aire generando un estallido de color,
un arco iris onírico.
Suspendidas en el viento como fábulas antiguas.
Unos cuantos segundos muy largos.
Luego se perdieron como un espejismo.
Un reflejo.
Un efecto óptico de sangre caliente y trote de unicornio.

"Alas de mariposa", poema incluido en Grávido y mortal. Descárgalo gratis pulsando aquí.

domingo, 5 de febrero de 2012

Superdetective en Hollywood



Este post está dedicado a Urdangarín y Paco Camps, por ser ellos mismos.

Qué bien nos vendría Axel Foley, el policía de Detroit al que daba vida Eddie Murphy en la saga ochentena, viendo cómo están las cosas. Políticos/asesinos y corruptos por todas partes, lo mismo en el norte que en el sur, oscuras tramas de intereses más ocultos todavía que nos hacen rogar al cielo para que nos envíe a los G.I.Joe a aligerar un poco las cosas.

Por cierto, los de Los Ángeles son angelinos, los de Nueva York son neoyorquinos, pero, ¿cómo coño se les dice a los de Detroit? ¿Detroinos? ¿Detroitanos? ¿Y a los de Chicago? A nadie parece importarle, pero a mí hay veces que me quita el sueño. Debo ser tonto, y lo que no soy es listo.

Debo ser tonto, porque cuando veo los telediarios me parece estar viendo una película, unas cuantas, que se repiten. Me parece ver una bélica, otro día una comedia, otro día creo que es una gore, una de serie B… Parece que pedir al cielo que nos envíe un héroe es como sembrar en el desierto.
Axel mola, porque lleva una cazadora muy chula, un bigote molón, y hace chistes grandiosos en los momentos más oportunos. Además lleva pistola, y zapatillas de deporte. Y es negro, negro de los 80. Ahora los negros americanos son lo más normal del mundo, pero en los 80 molaban un montón. Por alguna razón, para que un afroamericano pudiera llevar una pistola, una placa, y matar a algún blanco (eran malos, pero blancos) en los 80, tenía que hacer chistes. Los blancos podían ir de duros, secos y misteriosos, hombres torturados que bebían whisky sobre interminables solos de saxofón. Afortunadamente para Denzel Washington (y para los amantes del porno americano), las cosas cambiaron…
Eddie Murphy es uno de los grandes íconos de mi niñez. El príncipe de Zamunda, Superdetective en Hollywood, El chico de oro… Siempre salvaba la situación con un chiste. Terminaba con los malos física y mentalmente. Les vencía dos veces, al pararles los pies y al burlarse de ellos. Y Twitter jugó a matarlo ayer mismo. Sí, lo daban por muerto. Así se las gasta la red, no perdonan ni una siesta larga.
Pero las burlas ahora son para nosotros. Para todos. Se nos ríen en la cara. Se ríen los jueces, los medios, los políticos, los empresarios, los sindicatos, los patrones y los obreros. Todos se ríen como si supieran algo. Como si solo ellos lo supieran. Pero todos lo sabemos. Conocemos el juego. Nos sabemos el final del chiste. Y llegado el momento, más vale que venga Chiquito de la Calzada a contarlo, porque con él lo que importa no es el chiste, sino la manera de contarlo.
Mientras los trepas y los miserables ensayan ante el espejo un “te das cuen”, imagino que Axel Foley se deja caer por el mundo real. Pero este mundo podría con él, mataría su espíritu, le quitaría las ganas de hacer chistes. Axel Foley se tomaría una baja por depresión y empezaría a beber. Tiraría a la basura la placa de policía que le regaló Sidney Poitier, y se pegaría un tiro en la sien al despuntar el alba. ¡Hijos de puta, han matado a Foley! Y es que esta vida cada vez se parece más a South Park, pero en malo…

viernes, 3 de febrero de 2012

Más de 100 mentiras


Y un millón de verdades.

Mis primeros recuerdos musicales son las voces de Sabina y de Serrat. Cuando todavía no sabía hablar ya balbuceaba canciones del flaco. A todas horas, una y otra vez, alternaba en el tocadiscos el vinilo de Cuentos Infantiles ("Yo soy un hueso del pobre Hans, el escudero de un vil señor, que con mi muerte quiso ocultar, que fui yo aquel quien mató al dragón) y el de El hombre del traje gris. Literalmente destrocé agujas y agujas del tocadiscos por el uso. Y Sabina tuvo mucha culpa. Por lo tanto, es una persona que siempre ha estado ahí, desde siempre, como uno más de la familia, y más cercano que muchos. Es comprensible que la primera vez que escuché que estaban preparando un musical sobre él echara a temblar.

Me coloqué una cota de malla de escepticismo. Bueno, o una armadura de placas. Pero aun así tenía que ir a verlo. Y además tenía que sentarme en la mejor butaca del teatro. Y allí me senté, altivo y convencido de mi sabiduría. Pensando en lo mucho que me iba a arrepentir de haber ido allí, contando todos los muerto en los que me iba a cagar al salir. Compré el programa, le eché un vistazo y sonreí satisfecho. Mi ignorancia no tenía límites, y lo iba a demostrar. "Pero si sale el gilipollas de Los Serrano", "¡Hostias, Benavides!", "Pero bueno, si este es el mongólico de Días de fútbol...".  Más listo que nadie. Más tonto que cualquiera.

Y entonces empezó. Sonaron los primeros acordes y Víctor Massán comenzó a recitar, seguro de sí mismo, comiéndose la escena, y mi alma. La armadura de escepticismo me la quitó de dos hostias, y ya desnudo, entregado, seguí recibiendo como un boxeador vencido, deseando recibir el golpe final que me mandara a la lona. Comenzó la magia, la picaresca, la poesía a punta de navaja, los culos turgentes que recitan a Lope de Vega, la risa sin vergüenza ni culpa, la lágrima viva...

El magnetismo de Víctor Massán, un animal salvaje con una cadena de hierro al cuello que se mete todo el ecosistema que lo rodea en el bolsillo, fuerte y lleno de vida, por muy irónico que suene esto a los que han visto la obra, sudando sangre, y magia; la clase de Juan Pablo di Pace, cantando y bailando, y dejándome sin recursos, sin dejarme ni un solo centímetro de terreno para recular; Guadalupe Lancho, siendo absolutamente deliciosa, como una princesa Disney en horas bajas; Alex Barahona, poniéndome en mi sitio; Juan Carlos Martín, robándome una sonrisa y dos lágrimas, y haciéndome infinitamente feliz; Diego París, disfrazándose de tonto del siglo de oro, robando escenas con un genial talento; el malvado Felipe Vélez, helando la sangre de todos los que nos encontrábamos en los gélidos alrededores del Darlings; y del genial elenco de bailarines, no sé mucho de esto, pero me pareció imposible juntar más profesionalidad y calidad, haciendo especial mención a la sensacional Marta Torres, que se mete todas las escenas de baile en el bolsillo, obligándote a seguirla con la mirada, y todas, y ninguna, y la luces de neón, y el vapor, y los tejados...

Yo solo había visto musicales en cine. Me gusta el género, pero no concebía verlos allí donde debían estar. ¿Gente cantando y bailando en directo delante de mí con micros como Britney Spears? No gracias... Ángel, cállate, por favor. Dicen que rectificar es de sabios, entonces debo ser muy sabio. Pero no creáis que soy completamente estúpido, absolutamente gilipollas, no, pues me encanta sorprenderme, quedarme fuera juego, y sobre todo, aprender cosas nuevas, que el mundo me demuestre que todavía existen cosas que no conozco y que merecen la pena. Sé que las hay, pero ya no lo pongo tan fácil. Estoy un poco asqueado, pero solo los lunes. Estoy volviendo a creer, como si me hubiera afectado una infección Obama de holograma.

Hace ya más de un mes que vi la función. LA FUNCIÓN. Pero para mí no ha terminado. Me persigue por las noches, se esconde en los portales. Es una amante que no quiere volver a abrirme su cama. Me utilizó, me dejó vacío por un momento, se llevó todo, pero luego me dejó mucho más, una especie de virus que sigue creciendo. Cuando terminaba, la función me miró a los ojos y me dejó helado y ardiendo, susurrándome una frase al oído. Mientras todo el público estallaba en aplausos, yo, hipnotizado, escuchaba algo que nadie más oía:

”En mi casa no hay nada prohibido
pero no vayas a enamorarte,
con el alba tendrás que marcharte,
para no volver.
Olvidando que me has conocido
que una vez estuviste en mi cama…
hay caprichos de amor que una dama
no debe tener”.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Viruete & Fox (Pan con chocolate)

José Viruete y Paco Fox. El primero me ganó desde un principio. Fui suyo desde el primer te quiero (palabras dichas siempre con el cuerpo girado hacia la salida, en plan femme fatale). Al segundo fui asimilándolo poco a poco, como cuando empiezas a beber cerveza en los tiernos años de juventud y, con el tiempo, ya no puedes sentarte en un bar sin tener una en la mano. Un extraño dúo digno de una producción italiana de los 80 de Ruggero Deodato. Son la jet set de las absurdas minorías, la aristocracia de los pobres con guantes de vagabundo (esos que llevan recortados las puntas de los dedos). Pero sobre todo son muy necesarios.

Ácratas de lo correcto, clásicos con careta de Bogart y pijama de Terry Gilliam (y calzoncillos de corazones, de los de pata ancha). Son el pueblo que habla, el pueblo miserable, pero pueblo al fin y al cabo. Son la épica de lo chusco, tienen banda sonora rock de los años 80, sonando a entrenamiento de Rocky (o de cualquier otro). Y ahora nos invitan a reírnos de todo con su programa de TV Cinebasura, en los días de "Mentiras y gordas", cuando toda esperanza parecía desvanecerse en la distancia en estos días de falsa trascendencia y tetas sin sabor.

Son los príncipes del Internet patrio de Tod Browning, defensores de la luz que habita en las películas pirata chinas de kung fu que son copias de copias de películas malas chinas de kung fu, orcos borrachos en un mundo de elfos embadurnados en aceites esenciales. Son aquello que se agiganta sobre el alcor lejano de un poema de Machado, la sombra de un centauro flechador. Son chopped 5 jotas, el mejor muñeco de toro bravo que se vende como souvenir en Sol, la mejor cámara falsa con diapositivas de la Manga del Mar Menor, la mejor copia barata de una película de Disney.

Sus siluetas de personaje de cómic de Will Eisner bien podrían haber llenado páginas y páginas de la Metal Hurlant. Representan el más puro anhelo de felicidad de un niño, sin red, sin remordimientos ni cuentas pendientes. Reivindican el derecho a hacer el tonto, a pintar con los dedos y comer con las manos. Son como mezclar la plastilina, como dibujar en la pared, como visionar furtiva e ingenuamente una peli porno por primera vez, como la peor película de Chuck Norris o de Michael Dudikoff. Diversión a un nivel de pan con chocolate.